Fue necesario que pasaran muchísimos días, meses, para que de nuevo pudiera estar acostado en la que fue mi cama durante más de veinte años. Y, en medio de un buen aguacero sancarleño, (de esos que se mencionan en el resto de Costa Rica, y que son imaginados como torrenciales e inaguantables por cualquier sombrilla creada por un ser humano) tengo la oportunidad de escuchar fuertemente el silencio que hay y que se respira en todas partes.
Me duelen los oídos, es insoportablemente exquisito sentir la forma en que este silencioso ensordecedor me golpea el alma y el corazón y con ellos, la razón.
Silencio es sinónimo de reflexión, de encuentro personal, de conciencia, de paz o de insertidumbre, de miedo o de felicidad, y si es así, FELICIDAD, sin duda, estaremos hablando de plenitud.
Silencio es despertar cada mañana con la alegría de saber que tengo la portunidad de ir a mi trabajo, de educar a jóvenes y de que ellos me eduquen; es poder llegar luego de un largo y difícil viaje y saber que durante el día podré compartir con diversas sonrisas e incluso con rostros tristes y con dudas; silencio es vivir la cercanía de un abrazo de ese amigo que me quiere y el saludo entre dientes de alguno que no entiende mi alegría cotidiana ni mis razones para ser feliz, ya que aunque el mundo dé tanto para llorar yo puedo ser capaz de ver luz donde no hay, de escuchar música en las gotas de lluvia que al caer golpean el suelo, de reírme solo con el simple hecho de pensar algo que hizo o mencionó mi hijo mientras conversamos.
Silencio, es además, tener la posibilidad de culminar la jornada con un útil examen del día, de analizar qué hice bueno, qué hice no tan bueno, lo que pude haber hecho para ser mejor y no lo hice y, delimitar acciones concretas para que mañana pueda ser mejor persona.
Silencio es callar el ruido que el mundo ha dejado en mí durante el día y el ruido que con que yo he manchado el silencio de los otros que hoy compartieron conmigo; silencio es doblar rodilla, reconocer mis fallas, pedir perdón y procurar enmienda. Silencio es soñar despierto y pensar en cómo hacer realidad eso que me hace soñar y creer que se puede hacer un cambio. Silencio es la capacidad que debo tener para escuchar las necesidades y quejas del mundo, y dedicarme a hacer bien lo que hago y procurar hacerlo mejor al día siguiente de forma que contribuya con eso de ser felices.
Silencio, es no perder la capacidad de asombro ante una flor, ante una gota de lluvia o ante la sonrisa de un niño. Silencio es hablar más con el corazón y menos con la boca, es hacer más y decir menos, es dar sin esperar recompensa, ni siquiera un "gracias"; silencio es mandar por un tubo mis egoísmos y mis miedos, es convertir mis debilidades en retos, y mis virtudes en medios para hacer que los demás sean mejores. Silencio es escuchar lo que dice la mirada triste de quien requiere cariño y de quien busca el camino escondido bajo los escombros del egoísmo, la ambición y la amargura.
Silencio es sinónimo de felicidad, por tanto es, sin duda, escuchar la voz de la conciencia y ser capaz de sonreírle en paz.
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