miércoles, 17 de abril de 2013

La piedra en la mano

El concepto de debilidad es comparable con la realidad humana, pero caer, por otra parte,  es sinónimo de no haber luchado lo suficiente o talvez haberlo hecho por un tiempo, para que luego, de la nada, dejarse envolver por la realidad aparente que se busca mermar.

Debilidad no implica tristeza sino el deseo trascendente de una felicidad plena, de un cambio surgido a partir de la fortaleza que un día,  no muy lejano fue el opuesto por antonomasia.

Debilidad es cargar cada día con una piedra en la mano para esperar el momento justo de arrojarla sobre alguien que haga o diga precisamente aquello con lo que se lucha, es como imaginarse distinto al verse al espejo; o desear no tener que cargar con otra piedra más pesada en el bolsillo del remordimiento.

Debilidad es volver es empezar sin una meta clara, sin un propósito conciso de cambio para seguir inmerso en un círculo vicioso infinito hasta que decida ponerle un punto final.

Ahora bien, es loable reconocerse pequeño y ser persevarante; es admirable también,  botar las piedras con las golpeo a los otros y cambiarlas por flores, por detalles, por palabras cargadas de testimonio y fortalecidas con actos dignos de aplausos que en definitiva habremos de merecer pero no añorar, porque quien vive buscando glorias pasajeras fácilmente caerá en vanagloria y arrogancia y, lo que se debe procurar es la fortaleza en la sencillez, en la humildad, en el servicio a los demás desde el lugar en que se encuentre, en las oportunidades que el día a día proporcionan para no ser débiles.

Debilidad es la virtud de saberme pasajero en el viaje hacia el yo pleno, feliz, sonriente y deseoso de tomar unos lápices de colores y pintar la vida con alegría.  Debilidad sana es llorar cuando se deba hacer, desahogar el alma y convertir la propia miseria en riqueza de otros.

Soy un hombre débil, con una infinidad de imperfecciones que hasta los arcoiris desean opacar su vestimenta ante mí, pero tengo un don no merecido llamado oportunidad y es de ella de quien me aferro con la esperanza de ser ese yo que debo y no el yo que egocéntricante quiero.

Debilidad es adicción a la rutina, al conformismo con lo menos, a la pasividad ante situaciones que merecen acción concreta y coherente; debilidad es dejar de soñar como cuando era un niño sin complicaciones y me dedicaba a ser feliz un día a la vez.

Hoy quiero vaciar mis manos de esas piedras que me debilitan para asirme al sueño de aquella infancia inocente donde vivir era mi máxima y ser feliz mi convicción. Y mientras tanto, pienso a colores, no más en tonos grises.

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