Me encanta despertar en las mañanas, voltear mi cabeza y ver a mi esposa junto a mí. Eso me da seguridad, confianza y, me hace sonreír.
Luego, mientras me desplazo en moto hacia el Liceo Rural donde trabajo, soy capaz de sonreír y de soñar. Hay varias ideas que me surgen de pronto y, en definitiva, todas llevan a un mismo ideal: la Costa Rica mejor que añoro.
Estoy harto de algunas gentes que pretenden tratar al pueblo costarricense como si se tratara de un grupo de imbéciles, que pueden ser comprados con calzas, cepillos dentales y dentífricos baratos; estoy harto de que quieran seguirse burlando de aquellos que necesitan más apoyo y se venden al mejor postor por unas migajas de pan. ¡Con el hambre de los pobres no se juega! Hay personas que son inocentes, que tienen aún ese brillo limpio en sus corazones y que por un cruel destino a nivel económico y social tienen la esperanza de que sus gobernantes realmente se preocupen por ellos y no por engrosar sus billeteras. ¡Con eso no se juega! Hacerlo es como mentirle a un niño con el fin de explotarlo, es como pactar un negocio infructuoso, es como estudiar un libro de matemáticas para resolver un examen de español.
Estoy harto de algunas otras gentes, que no son tan pobres como para dejarse convencer por una calza, una lata de zinc o un desfile navideño en el festival de la luz; esa gente que a pesar de ser consciente de la inoperancia, ineptitud, indiferencia e incapacidad demostrada por casi un cuarto de siglo, se vende al mejor postor con el único fin de obtener un beneficio propio: llámese un puesto en una silla cómoda, una promesa de propiedad en algún ministerio, un trabajo, un favor, etcétera. La política no es para eso, la política es para gobernar en función del pueblo y, señoras y señores, el pueblo somos todos, sin dejar a nadie por fuera; el pueblo no son unos señores con dientes blancos y rectitos, no son unas señoras con trajes acicalados y zapatos de suela roja, el pueblo no son personas que necesitan hacer un censo para encontrar a los pobres, el pueblo no son ocho años consecutivos de mala administración, de decisiones erróneas, de incapacidad de gobernar para el pueblo, ese pueblo que vive con salarios mínimos, que come arroz y frijoles y la ve peluda cuando de dinero se trata. Basta con abordar un autobús de algún distrito en la zona rural y ver la sencillez en esos rostros curtidos por el sol, en esas manos llenas de callos por el trabajo de campo, basta con ver estudiantes que dejan las aulas por ir a ganarse cinco mil colones sembrando yuca o cosechando piña. El pueblo es ese grueso de la población que necesita que la canasta básica tenga un precio razonable, que necesita que se fortalezca cada día más la educación pública en todos sus niveles y no que se beneficie a la privada.
Estoy harto, de ver cómo seguimos siendo unos lava güevos cuando de obtener beneficios se trata. Estoy harto de ver cómo se desperdician cientos de millones de colones en campañas publicitarias para mejorar imágenes que ni instagram en su filtro más chiva podría mejorar; pero construir una escuela o darle pupitres dignos a los centros educativos que trabajan en salones comunales o debajo de un árbol, darle más dinero a los centros educativos para alimentación, útiles, zapatos; eso sí sería mejorar la imagen; no simplemente surtir de carros del año a personas que no son capaces de organizar estratégicamente un gobierno enfocado en puntualizar soluciones para los problemas más evidentes y actuales.
La Costa Rica que quiero y que sueño no necesita que el candidato verdiblanco llegue al poder con nuestra complicidad, sabiendo con antelación que su ineficiencia tiene casi un cuarto de siglo de dejar a un San José en ruinas. La Costa Rica que quiero necesita que todos los costarricenses seamos responsables y pensemos muy bien nuestro voto, que busquemos soluciones, que trabajemos en equipo, como un pueblo, como cuando éramos chiquillos y creíamos que no había gente mala. La Costa Rica que quiero debe abrir los ojos y hacer historia y esa historia no se hace quedándose en casa sin votar, se hace yendo responsablemente a la urna y decir: no más liberación nacional, yo sí quiero una Costa Rica mejor.
Muy bueno Alonzo. Así como José Miguel Corrales dijo en un debate: "la política es para servir, no para servirse". Ojalá el pueblo abra los ojos y se de cuenta de que de nuestro voto depende el destino de nuestro país.
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